Salamanca CF UDS

La afición del Salamanca UDS: Un tesoro en blanco y negro

Eran las 20.20 horas de ayer cuando alguien que había seguido muy de cerca la renovación de abonos se ponía en contacto con el Departamento de Comunicación del Salamanca UDS para adjuntarnos unas fotografías de las colas en la Boutique y nos comentaba: «Dad las gracias a ese pedazo de afición que lo de hoy ha sido una puta locura». De hecho, los responsables de la tienda tuvieron que alargar casi dos horas su jornada para poder dar la mejor atención y la mayor cobertura.

Les podría contar mil anécdotas o casos que ustedes compartirán, palabras que habrán escuchado o, incluso, proferido. Ya saben… «yo no…». En realidad saben que es un «yo no…», que significa esa frase mundialmente conocida: «estoy enfadado, pero que esté enojado no significa que no te ame» (añadan ahí Salamanca UDS).

Probablemente en otros clubes esas ‘amenazas’ puedan hasta convertirse en realidad. Pero es que hablamos del SALAMANCA UDS. Y ser del Salamanca UDS curte. Curtió siempre, pero en los últimos años todavía más. Han sido tantas las zancadillas, las críticas, las tergiversaciones, las ridiculizaciones,…, que, en realidad, lo que hace es dar más valor a cada paso. Y detrás de este club, de este escudo y de este estadio hay un tesoro que todo el mundo busca, pero que muy pocos encuentran. Ese tesoro, como ya habrán adivinado es una afición inmensa… en todos los sentidos. En número y en sentimiento y eso es lo que la hace tan inmensa y eterna como el escudo.

Al final, en el fútbol influyen muchos factores, pero tiene un componente que es vital. Es el sentimiento. Un sentimiento que algunos han preferido enterrar, pero que otros han mantenido vivo. Se lo inculcaron sus abuelos, sus tíos, sus padrinos. Recuerdo a mi vecina tejiendo bufandas de lana para ir al Helmántico cuando era un niño. Incluso haciendo viseras para lucirlas en los partidos. Es, probablemente, mi mayor recuerdo de la UDS de niño. Ese y el tener que regalar entradas cuando me tocaban en el colegio a otros compañeros porque no tenía como ir. De hecho no fue hasta mediados de los ochenta cuando pude ir por primera vez al Helmántico de la mano de un familiar (si esta pandemia nos deja terminar el libro del 50 Aniversario del Helmántico se lo contaremos de forma más pormenorizada). Quizá por eso, tuve que vivir con el equipo de la ciudad a un lado, mirándolo siempre de reojo. Y, como digo siempre, ni me siento más ni menos del Salamanca por ello, porque, además, siempre he entendido el deporte como un bien para la ciudad, como algo global. Por eso, no creo que nadie tenga derecho a repartir carnets de Unionismo.

Hace ya tiempo que nos tocó ver los toros desde la barrera y hemos tenido la suerte de asistir al despertar de ese sentimiento, de ver cómo se pasó del barro de la Provincial a la Segunda B como en un suspiro, de unos pocos fieles en Provincial a un sentir mayoritario en la ciudad (más de 6.000 abonados el año pasado en Segunda B, con asistencias el año anterior de más de 10.000 aficionados en varios partidos). Y todo ello dentro de una soledad acompañada que los que bombean sangre con los colores del club bien conocen porque todos tienen su asiento en el Helmántico y su compañero de grada. De aquel primer autobús lleno (algunos, al leer esto, se acordarán de aquel «dicen que estamos locos de la cabeza…), a desplazar más de mil aficionados a Compostela hace menos de tres años. Por supuesto que esta temporada la primera vuelta de la competición no fue para nada ilusionante, pero la segunda se podría decir que es para enmarcar.

Todo esto lo dice alguien que ni es un forofo ni presume de haber sido de la UDS de toda la vida ni todos esos mantras que utilizan los que buscan sacar provecho de algo o querer ser más que nadie. Cada uno tiene una situación personal y nadie tiene derecho a juzgar a nadie. Pero lo dice alguien que ha podido seguir de cerca la evolución del club, con especial presencia en la última etapa.

Y…. ¿saben quién estuvo siempre allí? Una afición ENORME e impagable. No tengan duda que SON los que ESTÁN y que están muchos y fieles. Nadie dijo que fuera fácil y ahora viene el verdadero Tourmalet para el equipo. Un Tourmalet que pasa por Asturias. Dos filiales históricos, y dos equipos como el Lealtad y el Covadonga que han demostrado ser ‘súper correosos’. Esos con los que habrá que medirse. Por nuestro lado llegan un trasatlántico como el Pontevedra, un martillo pilón como el Coruxo y un Guijuelo que ya el pasado domingo demostraba que va a dejarse la piel en busca de la hombrada.

Y si alguien se pensaba que esa afición iba a dejar solo al equipo, las colas de este martes en el Pasaje Coliseum le disipó cualquier duda.

Ese gigante dormido que es la afición del Salamanca fue despertando lentamente y un servidor no tiene dudas que cuando haya que rugir lo hará con la fuerza que lo hizo siempre. Porque la afición es, sin duda, el mayor tesoro del club. Y es que… «Los años han pasado…».

¡¡¡GRACIAS!!!

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